Zapatos de aventurera
Los zapatos “de mujer” no están hechos para la aventura: suelas demasiado finas, taconcillos, correas monísimas, pero tan endebles que seguro que no duran un asalto. Y no me refiero sólo a los zapatos de fiesta o de vestir, sino a los en teoría “todo terreno”.
Sin embargo, miras en la sección de hombre y todas las sandalias son confortables, con forma de pie real, correas anchas, seguras, para recorrer mil caminos e incluso correr si hiciese falta…
-¿Me puede sacar un 41 de aquellas Panamá?
-Aquellas son de hombre, las de chica están aquí.
-Ya, sí, pero quiero aquellas.
-¡Ah! son para su novio.
-No, son para mí.
-¡Ah!
La dependienta me mira de arriba a abajo con un gesto de extrañeza, como si hubiese pedido un helado en una ferretería.
Me las pruebo, se ajustan como un guante. Camino por la tienda, me pongo de puntillas, giro los pies en todas las posiciones posibles, compruebo si la suela resbala, observo las costuras, percibo si el material transpira…
-Aquí tiene un espejo.
La ignoro por completo. Me importa un pimiento cómo me queden las sandalias, sólo necesito saber que mis pies estarán sanos y aguantarán los kilómetros de aventura que tenemos por delante.
-Ah, pues le quedan muy monas.
Gesto de horror en sus ojos aunque intenta salvar la compra con una mueca en los labios. La miro intuyendo lo que piensa. Sonrío.
-Me las llevo puestas.
¿Por qué los zapatos de mujer no se diseñan desde el confort, desde la salud?,¿por qué tanto empeño en que sean bonitos? ¿son las propias mujeres las que buscan eso?, ¿o es que en el fondo no hay muchas más opciones?
Quiero zapatos que aguanten mis ganas de aventura, que cuiden la frágil piel de mis plantas, que no aprisionen mis dedos, con los que pueda andar, correr, saltar, trepar si es necesario…. quiero sentirme poderosa, segura… pisar fuerte… Si además son bonitos, pues mejor, pero no pienso renunciar a mi seguridad por estética y si para eso tengo que seguir usando sandalias de hombre, lo haré.
Total, las únicas que me critican jamás se han puesto ni se pondrán en mis zapatos.
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