SUERTE

1 de Enero, 2019

Primer rayo de luz de 2019.

Para mí el momento más simbólico de esta fecha.

Poco me pueden decir las campanadas cuando hace décadas que arrojé mi reloj al fuego.

Pero ese mágico instante en el que aparece el primer cachito de sol del año…

Ese es mi momento.

Un nuevo amanecer y sigo viva.

2019 y el privilegio de seguir respirando en esta tierra.

Nuevas posibilidades de sentir, experimentar, conocer…

Camino por las calles desiertas durante los momentos previos a la salida del sol.

Apenas uno o dos grados de temperatura abofetean mi cara.

Afortunadamente a estas horas suelo estar aterrizando en las últimas fases del sueño bajo mi nórdico sintético.

Pero ¿y si hubiese nacido hace sólo unas décadas o siglos?

¿Hace unos cuantos millones de años?

Una pequeña y frágil ser humano buscando una cueva húmeda en la que guarecerse del frío y de los animales salvajes, cubierta apenas por unos jirones de piel mal cosidos…

Qué distinta sería mi vida en esas circunstancias.

Cuántas pamplinas mentales se diluirían en un solo instante si sintiera este frío en mis huesos cada noche.

Cien mil millones de años de evolución del ser humano y a mí me ha tocado nacer justo cuando se ha inventado el colchón viscolátex.

Eso sí que es suerte y no el gordo de navidad.

Ese pensamiento absurdo me despierta una sonrisa, pero también una emoción profunda.

Qué jodida tenía que ser la vida antes de la tecnología.

De cuántas comodidades disfruto cada día como si nada.

Porque yo lo valgo.

Porque soy la tátara tátara tátara nieta de esos extraordinarios seres humanos que utilizaron su inteligencia y sus habilidades para ir creando cada día una vida mejor, más cómoda, más longeva…

Con cuerpos y mentes que fueron evolucionando hacia la supervivencia desde condiciones de amenaza tan extremas.

Mentes preparadas para detectar los peligros y crear estrategias y soluciones.

Cuerpos diseñados para el movimiento y la resistencia.

Emociones potentísimas para adaptarse a situaciones de riesgo.

Sin embargo la vida ahora es tan distinta…

Es como si hubiese heredado un tanque en tiempos de paz.

Y claro, es un poco complicado aparcar un tanque para ir al súper.

Por eso cuando no tengo problemas, me los invento.

Por eso mis emociones son demasiado físicas e intensas en situaciones que realmente no ponen mi vida en peligro.

Por eso mi cuerpo se resiente por no darle el suficiente movimiento.

Y de ahí viene el sufrimiento moderno.

Vivimos inconscientes acerca del bicho que somos.

No nos conocemos.

No nos entendemos.

Estamos absolutamente descontextualizados de nuestra naturaleza y eso nos impide adaptarnos al nuevo estilo de vida que nos permite la tecnología.

Y sufrimos.

Y nos rechazamos.

Y nos fustigamos.

Y nos levantamos cada día como si nada.

Inconscientes del puto milagro que significa ver de nuevo el sol tras ocho horas de plácido sueño en un flamante colchón de viscolátex.

¡Benditos Humanos, Feliz 2019!

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