KUMANO KODO
Nos enfrentamos a la vida con un plan predeterminado, una ruta, una serie de expectativas y deseos que esperamos que se materialicen en la realidad.
Como si nos creyésemos más listos que la propia vida.
Como si aún no hubiésemos aprendido que la vida al final siempre nos trae situaciones, personas, aprendizajes… que son mucho más interesantes que los que esperábamos.
La mente humana es pequeña y tiende a la soberbia.
Es limitada.
La vida es pura incertidumbre.
Pero sorprendentemente creativa, sabia e ilimitada.
Así comenzó mi ruta del Kumano Kodo.
Kumano (lugar profundo) Kodo es el origen de la espiritualidad japonesa.
Una serie de rutas que unen tres santuarios en las que se peregrina desde hace más de mil años.
El hermano japonés del Camino de Santiago.
Vale, era importante tener una ruta porque pasar 4 días caminando por bosques repletos de osos, serpientes venenosas y avispas gigantes requiere cierta planificación.
Pero todo lo que pasó durante esos días fue completamente inesperado.
El primer día, me perdí.
Más bien nos perdimos porque hice ese tramo acompañada.
Conocí a una chica catalana en el albergue que iba a hacer la misma ruta a la misma hora.
Después de veintipico días sola en un país tan ajeno, me pareció interesante hablar en mi idioma y sobretodo, poder descansar de mí misma unas horas.
Pero tanto hablamos que nos despistamos de la ruta.
Darse la vuelta y volver al origen después de caminar durante cuatro horas no es una decisión fácil.
Pero a veces es la más sensata.
Así que al final llegué a mi destino, el alojamiento que tenía contratado, tras ocho horas de caminata y media hora de autobús.
He llegado, estoy a salvo, he conocido un poco a una persona, he caminado por bosques increíbles, he puesto a prueba mi capacidad física, emocional, mental, la humildad de admitir un error y la capacidad de buscar soluciones y nuevas estrategias….
Jolín, mucho más que lo que he aprendido en algunos cursos de desarrollo personal, que por cierto, me costaron una pasta.
Entonces, ¿por qué esta sensación agridulce?
¿Por qué este sabor a fracaso?
¿Qué carajo entendemos por éxito?
¿Que suceda lo que he imaginado o esperado?
Primera lección del camino.
Aprendo.
Me relajo.
Y la vida me premia con una preciosa habitación para mí sola, un baño en aguas termales, una cena y un desayuno tradicional, preparado con mucho amor por una anciana japonesa que no habla una sola palabra de inglés.
Segundo día.
Retomo la ruta.
En mitad de un bosque perdido entre montañas, me viene la regla.
Sí, son cosas que nos pasan a las mujeres viajeras y de las que nadie habla.
Además de todos los preparativos de viaje tenemos que llevar un arsenal de compresas.
Y las llevaba.
Pero tuve que enviar mi equipaje al último albergue para no cargar con la mochila.
Y no, no había caído en eso.
No tocaba.
Joder tengo un puñetero reloj suizo en los ovarios.
¡¡No tocaba hoy!!
¡¡¡¿¿Y ahora qué coño hago??!!!
Faltan horas para llegar al siguiente poblado.
Camino y pienso en posibilidades.
Tras una hora de andar a toda leche veo unas cuantas casas.
Vale, en alguna de esas cuatro casas tiene que vivir una mujer en edad fértil.
Ahora a ver cómo diablos me explico.
Mis clases de japonés no habían previsto este momento y aquí, no tengo cobertura para usar el traductor de google.
Llamo a una puerta.
Abre una señora de unos 80 años.
Empezamos mal.
Bueno, al menos es una mujer.
A ver, sé decir en japonés: por favor, perdón, necesito ayuda, baño, rojo… ¡¡y sí!!, sé decir “sangre” gracias a una técnica de reiki, seguro que el término no es el adecuado, pero puedo intentarlo.
Y gracias a la vida, a mi capacidad mímica y a la maravillosa empatía y solidaridad femenina, la señora me entendió.
Y me ayudó.
Gratitud absoluta.
Me partí la cintura haciéndole reverencias al estilo japonés: “doomo arigatou gozaimasu, doomo arigatou gozaimasu, doomo arigatou gozaimasu”.
Cuando apenas me había recuperado del engorroso momento, llego a un pequeño santuario, Fushiogami-oji.
Leo un cartel que cuenta la historia de una peregrina, una famosa poetisa: Izumi Shikibu.
Hace más de 1.000 años hizo el Kumano Kodo y justo en ese lugar, comenzó a menstruar.
En la tradición japonesa se considera impura la sangre menstrual por lo que en esos momentos a las mujeres no se les permitía realizar los rituales de purificación.
Así que ella completamente abatida, escribió un poema que se hizo muy famoso.
Al leer la historia se me hiela la sangre.
La de las venas y la menstrual.
Alucino.
¿Cómo es posible esta coincidencia?
A ver, que algún experto en estadística me explique la probabilidad que existe de que esto sucediera exactamente este día y en este lugar.
¿Y qué mente enferma puede imaginar que la sangre que da la vida pueda ser impura?
¡Cuánto miedo a la preciosa energía uterina!
¡Qué oculta ha estado la sabiduría ancestral femenina!
Las tradiciones, las enseñanzas, las técnicas espirituales han sido creadas por hombres.
Mientras que nada se sabe de grandes maestras que quedaron relegadas al papel de madres, esposas, prostitutas….
Incluso a día de hoy los “maestros famosos” son principalmente hombres.
Yo misma he tenido más “maestros” que “maestras”.
Se me revuelve la sangre.
La de las venas y la menstrual.
A tomar por saco.
Segunda lección.
Hay que crear técnicas para hembras mamíferas humanas.
Tercer día.
Hago una parte del camino en bote tradicional, como los peregrinos de hace un milenio.
Un precioso itinerario hasta la costa a través de un extenso río rodeado de montañas.
Una de las experiencias más bellas del viaje.
Y pensar que estuve a punto de perdérmela porque era una actividad un poco cara…
Tercera lección.
El dinero usado en experiencias emocionalmente significativas multiplica su valor.
Ahorra en lo intrascendente.
Invierte en lo que te dejará una huella en la memoria, el corazón y el cuerpo.
Cuarto día.
Llego al último santuario: Nachi-Taisha.
Verlo aparecer después de un intenso sendero de ascenso plagado de cedros y cipreses centenarios genera una explosión en mi pecho.
Me senté en un banco mirando a las montañas y comencé a llorar.
En el país donde nadie expresa sus emociones yo no podía parar de llorar.
Lloré por todo.
O quizás por nada.
La mente intentaba entender y buscaba mil motivos.
Y los había.
Veintipico días caminando muchísimo y durmiendo poco, el calor húmedo y extenuante que impedía dejar de sudar un sólo instante, la soledad, el cocktel de emociones intensas, el final del kumano kodo, los últimos días de mi viaje…
Pero en el fondo sabía que ese llanto venía de un lugar mucho más profundo.
De una sensación de estar viva, de ser Vida que la mente jamás podrá entender.
De ser al mismo tiempo universo y motita de polvo que se desvanecerá en el espacio.
De sentir tanto y de saber que un día desapareceré incluso del recuerdo de los que me aman.
Cuarta lección.
No hay lecciones.
Sólo momentos sucediendo en un flujo constante.
Nos creemos más listos que la vida.
Y no tenemos ni puta idea.
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