EL ORDEN DEL CAOS
Pensamos que algo es caótico cuando no lo comprendemos, cuando se escapa a nuestros esquemas mentales. Como si la nuestra, fuera la única lógica posible.
Desde fuera Tokyo podría parecer caótico.
Pero no lo es.
Es extremadamente complejo, eso sí.
Y esa complejidad se articula en un flujo orgánico, una sinergia que parece conectar todas las cosas entre sí sin que se excluyan las unas a las otras.
Cuando comienzas a adentrarte, a sentir y a observar, puedes comprender esa estructura intrínseca que lo articula todo.
Y comienzas a formar parte.
A ser una más.
Y dejas de perderte.
Dejas de tropezar.
Dejas de ser un obstáculo al flujo.
Tokyo no podría ser de otra manera.
Me recuerda a un ser vivo. Un organismo en el que todo parece funcionar sin esfuerzo.
Un engranaje perfecto.
Estuve más de una hora cruzando una y otra vez el cruce se Shibuya en un trance hipnótico, revelador, fuera del tiempo…
Los sonidos estridentes de los anuncios, las voces en distintas lenguas, la luz cegadora, el zumbido de los motores de los coches y decenas de rostros por segundo…
Desaparecí.
Dejé de existir.
Me convertí en marea humana, en asfalto, en gota de lluvia, en imagen grabada, en sonido estridente…
En nadie.
En nada.
En todo.
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